Garrote para Cruz en ‘La Promesa’, avance del capítulo 556 (lunes, 24 de marzo)
El destino de Cruz se antoja inevitable si los Luján no encuentran a un buen abogado, mañana en ‘La Promesa’.
La calma en ‘La Promesa’ se rompe por completo. Las decisiones que se toman en el palacio provocan un efecto dominó que afecta tanto a la familia como al servicio.
Todo comienza con Manuel, que mantiene firme su idea de marcharse a Italia, a pesar de que nadie apoya su decisión. Su entorno más cercano le pide que lo reconsidere, pero el joven está decidido… aunque la culpa por no haber defendido a Curro le pesa cada vez más.
La marcha de Curro, forzada por Alonso tras acatar las exigencias de la Casa Real, deja a todos desolados. La reacción es unánime: tristeza, incomprensión y dolor… salvo por Lorenzo, que no oculta su satisfacción al verlo fuera del palacio.
El destierro también tiene consecuencias en Ángela, que se queda impactada al descubrir que su madre estaba al tanto de todo desde el principio. La confianza entre ellas se resquebraja.
Mientras tanto, Catalina sufre un desvanecimiento que preocupa a todos. Su recuperación la obliga a delegar, y es Martina quien se ve en la obligación de reunirse en solitario con los arrendatarios de las tierras, asumiendo un papel que no le corresponde, pero que cumple con entereza.
En paralelo, Alonso comunica a Leocadia su decisión de vender el palacio de Cádiz y recibe la noticia de que el caso contra Cruz ha sido admitido a trámite. El juez exige que nombre un buen abogado, pues el proceso avanza y promete ser complicado.
En ausencia de Cruz, Leocadia empieza a tomar las riendas de la casa, pero su nueva actitud no sienta bien. Petra y los mayordomos se enfrentan a las consecuencias de su liderazgo improvisado, generando tensiones internas que van en aumento.
En el refugio, el padre Samuel intercede en una pelea entre necesitados, y Teresa es testigo del extraño comportamiento del sacerdote.
Decide contárselo a María Fernández, que sigue sumida en un profundo dolor por la muerte de Jana. Nada ni nadie logra aliviar su pena, y los intentos de consuelo son inútiles.